Silencios:
Más allá de las palabras
«La mayor parte de los acontecimientos son indecibles, se desarrollan en un ámbito donde nunca ha penetrado ninguna palabra. Y lo máximamente indecible son las obras de arte, existencias llenas de misterio cuya vida, en contraste con la nuestra, tan efímera, perdura».
Rilke
Escuchar el silencio
El silencio parece ser una palabra que nadie quiere escuchar. Quizá por eso no sepamos estar en silencio. Pero, ¿qué sucede cuando una obra de arte nos invita a escuchar el silencio? La obra del escultor Jaume Plensa abraza aquello que ni vemos, ni oímos. No lo vemos porque resulta invisible a los ojos. Tampoco lo escuchamos porque al igual que los marineros de Ulises en la Odisea, tenemos cera en los oídos y no somos lo suficientemente valientes como para atarnos al mástil y disfrutar del canto de las sirenas.
Es posible, que el canto de las sirenas, se parezca al de Maurice Blanchot cuando describe como
«En la palabra poética se expresa que los seres se callan. ¿Pero cómo ocurre esto? Los seres se callan, pero entonces el ser tiende a convertirse en palabra y la palabra quiere ser. La palabra poética ya no es palabra de una persona: en ella nadie habla y lo que habla no es nadie, pero parece que la palabra sola se habla» (Blanchot, 1955, p. 35).
A través de la poesía, Jaume nos invita a recorrer su obra en silencio. Esta se sitúa en un tiempo desconcertante, en el que “the time is out of joint”. Y es ese afuera —entre el sonido y el silencio— al que el artista quiere llegar. Pero, ¿es posible la transformación mediante un arte que invite al silencio en un mundo lleno de gritos de guerra? El silencio es una forma de habitar el mundo. Quizá ese sea el objetivo de las obras del reconocido escultor catalán, contemplar —el silencio— en silencio. Una contemplación que no tiene tanto que ver con la visión, sino con el espacio. La etimología de la palabra “contemplación” proviene de contemplatio, pero también de templum. Un lugar de culto en el que el silencio y la pausa cobran un papel fundamental. John Cage influyó enormemente en Jaume Plensa con su obra 4´ 33´´. Esta pieza musical insonora, es denominada por el compositor estadounidense, como “nueva música”. Quizá sea esta la llave para
«Abandonar el deseo de controlar el sonido, limpiar de música nuestra mente, y dedicarnos al descubrimiento de medios para permitir que los sonidos sean ellos mismos, no vehículos para teorías elaboradas por los hombres o expresiones de los sentimientos humanos» (Cage, 2005, p. 10).
Podríamos relacionar el abandono del deseo con la pérdida de toda búsqueda artística. Pero, ¿el arte tiene que ser entendido o entendible?, ¿El silencio tiene que ser interrumpido o escuchado? El rostro de las obras de Jaume piden silencio. Las orejas abiertas, los labios sellados, los ojos cerrados que miran al interior de uno mismo. Lo que resuena es una búsqueda infinita que no se concreta en la palabra. Porque las palabras, al igual que sucede en Water's Soul, quieren descansar. Quizá por ese motivo, el suspiro tras contemplar la obra, sea el gesto crítico que nos habla desde el silencio. Porque el artista señala con el cuerpo, y en este caso, la escultura es una extensión más, con la que consigue comunicar lo incomunicable.
Un mundo de posibilidades imposibilitantes
«Solo al romperse la palabra se escucha el silencio. La poesía es la única que permite percibir aquel silencio insonoro, aquel resto cantable que irrumpe sin hacer ruido por la palabra manifestante. La poesía restituye lo legible a lo ilegible, de lo cual procede».
Byung Chul Han
Jaume Plensa no pide silencio ante el ruido que se acumula en las calles. Porque pedir silencio sería equiparable al mandato de callar. No se trata de aplacar el ruido, sino de invitarnos a detenernos ante los sonidos de las palabras. Pero, ¿por qué tienen tanta importancia las palabras? Si caminamos por los senderos heideggerianos contemplaremos como
«El lenguaje es la casa del ser. En su morada habita el hombre. Los pensadores y poetas son los guardianes de esa morada. Su guarda consiste en llevar a cabo la manifestación del ser, en la medida en que, mediante su decir, ellos la llevan al lenguaje y allí la custodian» (Heidegger, 2000, p.1).
De la misma forma que los pensadores y los poetas conviven en el lenguaje, Jaume Plensa habita en dos cavidades: el útero y la boca, “en una nace la vida y en la otra nace la palabra” (Plensa, 2022, p.7). Ese es el motivo por el cual sus esculturas tienen una apertura en ambos lugares, siendo puente y vehículo para ir más allá de las palabras. Palabras que conforman los poemas que se graban en nuestro cuerpo con tinta invisible. Tinta que recorre nuestro cuerpo, al igual que la sangre circula por nuestras venas. Y es el sonido del movimiento en circulación el que produce la palabra. Una palabra que no se traza para ser leída, sino para ser escuchada.
Es a través de esa pasividad activa, con la que el espectador da sentido —o más bien, siente— la obra. Las referencias son apenas visibles, a pesar de que están a la vista. Como la obra Wispern, expuesta en el convento de la iglesia Sant Domingo de Pollença. La visión nos revela los cuarenta y un címbalos de bronce. Estos contienen setenta y tres Proverbs of Hell de William Blake, sobre los que caen gotas de agua mediante un hilo rojo que cuelga del techo.
«Estos poemas, al estar grabados en los címbalos y en función de la cantidad de palabras que los componen, provocan la pérdida de una mayor o menor cantidad de metal, lo que altera el sonido de cada uno de ellos. Así, la palabra genera su propio sonido, rompiendo la idea ilustrativa del acto verbal. La palabra es un sonido que existe aunque no lo pronunciemos» (Chillida y Plensa, 2000, p.60).
Esa ausencia o invisibilidad es la que se refleja en muchas de sus obras. Pero, ¿cómo puede hacer visible lo invisible?, ¿es la ficción la única forma de atravesar el espejo de la realidad? Foucault en El pensamiento del afuera nos invita a pensar la ficción para ver “hasta qué punto es invisible la invisibilidad de lo visible” (Foucault, 1997, p.13). Esa invisibilidad remite a la resonancia, mientras que lo visible son los címbalos, los cuales están a la vista de todos. Al mismo tiempo, en La música como esfera de resonancia, Martin Pfleiderer y Hardmunt Rosa establecen tres ejes que entran en juego dentro del análisis músical: el horizontal, el diagonal y el vertical. Este último resuena con la pieza de Jaume Plensa en general y con la obra Wispern en particular. El eje vertical es el más pronunciado en dicha obra, y es a través de ella como presenciamos el “universo sonoro”. Un universo que sobrepasa el sonido exterior para introducirse por un instante en lo más íntimo de la entraña.